Laporta, tres veces a la lona

  • Los socios del Barça le han dejado claro, en las urnas, que prefieren un presidente contrario a su perfil

Joan Laporta, durante la jornada electoral

Los resultados de unas elecciones en el Barça sirven para legitimar al ganador y no a la oposición, algo que no se contempla en el modelo de gestión del club ni ahora ni nunca. Alguien debería recordárselo a Joan Laporta ahora que el socio, por tres veces consecutivas, le ha dejado claro lo que piensa de él y de sus planes de volver a dirigir al Barça. Ya lo reprobó directamente en número de votos en 2008 con ocasión de un voto de censura. En 2010 Laporta apadrinó al candidato que peor salió parado de las elecciones y descargó toda su ira sobre quien, en cambio, las ganó con más votos que nadie en la historia. El intento frustrado del sábado, tras una campaña sórdida, le ha supuesto el tercer revés seguido en la urnas. Si no hay nada más democrático que la voluntad de los socios sólo puede explicarse su terca actitud desde la venganza o el resentimiento, o sea por aquello que más ha criticado de Sandro Rosell y de Josep Maria Bartomeu

2008: Ya tenía el 60% del socio en contra

El resultado del voto de censura de 2008, fruto de una situación de crisis deportiva y de autocomplacencia institucional, dejó un marcador claramente desfavorable para el entonces presidente Joan Laporta, que obtuvo 14.871 ‘No’ al voto de censura contra 23.870 papeletas con el ‘Sí’.
Como los esta tutos establecían que para prosperar el voto de censura la diferencia debía ser de dos tercios, o sea el 66,6% de los votos y el contador se detuvo en el 60,6% Laporta pudo mantenerse en el cargo. Nadie pidió en aquel momento, al contrario de lo que ha sucedido con la situación de Bartomeu -legítimamente presidente tras la dimisión de Sandro Rosell-, que se convocaran elecciones ni nada parecido, lo que le permitió ser el presidente el primer Triplete de Messi. Sin embargo, lo que quedó manifiestamente claro en aquella aventura promovida por Oriol Giralt es que Laporta tenía una clara y mayoritaria contestación social en aquel momento. El hecho de que sin medios y con dos azafatas Giralt consiguiera las firmas necesarias para abrir las urna ya fue suficientemente significativo del clima de rechazo que se respiraba tras dos temporadas en blanco y la caída en picado del juego y de la eficacia de aquel Barça de Ronaldinho.
Cuando se votó el equipo técnico ya había fichado a Alves, Piqué, Martín Cáceres, Hleb y Keita y ascendido a Josep Guardiola del Barça B al primer equipo. Aún perduraba, sin embargo, el desencanto social generalizado de haber perdido la Liga en partidos ciertamente absurdos en el Camp Nou contra el Betis o contra el Espanyol.
También se había consumado el traspaso de Ronaldinho, que no tuvo el mejor final en el Barça a causa de sus fiestas y progresivo aislamiento del grupo, y las salidas de Deco y de Motta, dos de los futbolistas más criticados por su rendimiento en aquel momento

2010: Su delfín perdió y su enemigo arrasó

No participó directamente en las elecciones de 2010 porque, obligado por los estatutos, no le fue posible presentarse como candidato. Había intentado dos maniobras para perpetuarse o ir más allá pero ambas fueron legalmente frustradas. Primero porque aunque quiso retrasar el final del primer mandato al 2007 un juez le obligó a convocarlas cuando tocaban estatutariamente. Y eso que esgrimió escritos de la LFP y de la Secretaria General d’Esports de la Generalitat. Posteriormente, la misma Generalitat elaboró un decreto de ampliación de los mandatos de presidentes de club a un mínimo de 6 años que él quiso aplicarse con carácter retroactivo. Habría contravenido nuevamente la ley y no se lo permitieron. Eso no obstante y después de marear la perdiz sobre quién sería su candidato sucesor, acabó eligiendo a Jaume Ferrer. Con anterioridad, aunque no ocultaba sus preferencias por Sala Martín, que sólo era el Tesorero del club, no pudo convencerlo y todos sus vicepresidentes habían pasado por las cámaras y la lupa de los detectives de Método 3. La confusión final la protagonizó uno de los vicepresidentes, Alfons Godall, con un intento breve y grotesco de candidatura continuista también fracasada. Finalmente fue Jaume Ferrer quien abanderó el ‘laportismo’ con todas sus consecuencias. Laporta no sólo lo apoyó y pidió el voto para Ferrer sino que no dejó de criticar a Sandro Rosell al que reiteradamente llamó comisionista y acusó de querer cambiar el modelo, arruinar el club, echar a Messi, a Guardiola, a Cruyff, etcétera. Una cantinela muy parecida a la que ha sonado en su candidatura en estas últimas elecciones.
Los votos, incontestablemente, evidenciaron que el socio desoyó por completo su mensaje pues Jaume Ferrer quedó el último con 6.168 votos y Rosell ganó las elecciones siendo el candidato más votado de la historia

2015: Mala imagen y peor campaña

Hoy, por tercera vez en los siete últimos años, Joan Laporta ha pasado por la urnas y de nuevo no ha obtenido el respaldo social que había pedido o que estaba seguro de merecer por parte de los barcelonistas. Pese a todo el ruido generado en torno a su vuelta, ha obtenido 15.615 votos, apenas unos 600 más que papeletas favorables había sacado en el voto de censura de 2008. Es, por tanto, la tercera vez que el Camp Nou no le otorga su confianza, la tercera vez que su proyecto no convence a los socios y la tercera vez también que su mensaje en conjunto es desoído en favor de otro aspirante. Quedan pocas dudas respecto a su techo electoral, sobradamente mesurado, y ninguna en cambio sobre su papel catalizador del voto sistemáticamente perdedor contra las opciones de candidatos con un perfil serio, responsable, dialogante, próximo al socio y dispuesto a sentar las bases de un Barça patrimonial y económicamente sostenible. Ese liderazgo que quiere parecer audaz, rompedor, deliberadamente frívolo, machote y cañero no es, definitivamente, lo que el socio quiere desde hace ya bastantes años. Otra cosa es que capitalice una serie de ‘ismos’ que, sin una fractura social aparente o manifiesta, el propio Laporta ha ido fomentando y añadiendo a su credo como el ‘cruyfismo’ o el ‘guardiolismo’ en clara oposición a ese ‘nuñismo’ contra el que sigue luchando. No se da cuenta que la gran mayoría de los barcelonistas ya ha superado esta etapas y se ha puesto al día. Laporta parece, pues, anclado en una forma caduca e inútil de conmover al socio a base de bravatas, insultos, inexactitudes y de tratarlo infantilmente. Estas elecciones incluso ha visto candidatos que no se presentaban como Sandro Rosell y sólo ha sacado petróleo del soberanismo-culé que él mismo abandera en solitario. Tres caídas a la lona son combate perdido. Deberían bastar.

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